Una sociedad unipersonal

Esta semana he leído un informe que el economista martín recuerda elaboró para el ayuntamiento en 2010. 

Trataba el mencionado informe de encontrar explicación a la diferencia tan elevada entre ingresos y gastos del acuario. 

Según la empresa, se habían producido gastos por valor de 1. 615.681 euros, mientras que los ingresos habían sido de 1.309.569 euros, con lo que se produjo el primer año de su gestión un desfase de 306.112 euros.

Decía que el citado informe fue elaborado para el ayuntamiento pero en verdad no lo llegó a conocer ningún miembro de la oposición, y a lo mejor tampoco del gobierno, con excepción del jefe. 

Tampoco nos perdimos nada porque el informe, a pesar de costarnos 7.080 euros, lo único que venía a decir es que no se podía hacer estudio alguno porque faltaban un montón de datos que nadie aportó.

Suponemos que el doctor conocía este escueto informe. Suponemos que el doctor conocía la ruina del acuario desde el primer día. Y aunque sea mucho suponer, supondremos que era conocedor de con quién se jugaba los cuartos, es decir, que sabía en qué manos dejaba la gestión del acuario.

Hoy podemos contarle a usted que un negocio de esta envergadura, que costó diez millones de euros (casi mil setecientos millones de pesetas) ponerlo en pie,  se lo entregó el señor yanguas a aliart engineering, una empresa presidida por el señor xaviert alliart tarrida, quien por ser el único miembro de la empresa era, además del  presidente,  el socio honorario más antiguo y el más joven, siendo también administrador único de un chiringuito constituido el 1 de abril del año 2000 en Terrasa (Barcelona)  con un capital social de 57.090 euros. 


¿Para qué quería más capital si el acuario ya estaba hecho y el ayuntamiento le iba a dar un pastón por sacarlo adelante?

Hoy, pasados ya varios años desde esa inauguración sin peces que tanto dio que hablar, y al margen de algunos intentos literarios por desviar la atención del problema principal, nos encontramos con una instalación que nos cuesta cada año casi cuatrocientos mil euros al contribuyente. 

Eso, si no aparece una desdicha como aquella inundación que demostró que la obra era una chapuza desde el sótano a la terraza. O un nuevo gasto extra cuando haya que cambiar el sistema de aire acondicionado, que está mal desde el primer día a pesar de que ya se han cambiado los aparatos tres veces. Eso sí, con ganancias importantes para las empresas que intervienen en estos cambios y recambios.

Hoy, en 2012, con miles de personas perdiendo su empleo día a día, todavía hay quien se jacta de haber construido aeropuertos sin aviones, autovías sin coches o acuarios sin visitantes. 

Ellos ponen placas. Nosotros perdemos la paga extra o el empleo, según.

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